Al hacerlo, no solo reducen el riesgo de inundaciones, sino que también evitan daños en la infraestructura pública y privada,  se previenen enfermedades, mejoran la calidad del agua, recargan los acuíferos subterráneos y crean espacios verdes que mejoran la calidad de vida de los habitantes urbanos.

El funcionamiento de las ciudades esponja se basa en la implementación de sistemas que permiten la infiltración, retención y reutilización del agua de lluvia. Esto incluye la creación de superficies permeables que permiten que el agua se filtre en el suelo, la construcción de estanques de retención y humedales artificiales que almacenan el exceso de agua durante las lluvias intensas y la instalación de dispositivos de recolección de agua en edificios para su uso posterior. 

Además, la integración de vegetación y áreas verdes ayuda a evaporar y transpirar el agua, regulando el microclima urbano y reduciendo el efecto isla de calor. En conjunto, estas medidas no solo contribuyen a una gestión hídrica más eficiente, sino que también promueven la biodiversidad y la resiliencia urbana frente al cambio climático.